El hilo rojo

Estaba acostumbrado a llegar a las 18:30 todos los días y a esperar por su her­mana para charlar sobre lo que cada uno hizo durante el día, eso los calmaba. Durante el día no estaba y su amiga controlaba que todo esté en orden con fre­cuencia. Se convenció de que no estaba, “seguro está en el trabajo”, pensó. Una vez que este dejó de juguetear, introdujo la llave en la ranura de la puerta principal, dos vueltas en la cerradura y se metió a la casa. Estaba sen­tando en la cocina, mirando fijamente los platos con res­tos de comida, repasaba la vida sentimental de su her­mana. De Luque, ahora estaba recordando. Luciano montó un interrogatorio en su memo­ria de corto plazo, necesi­taba entender qué pasaba y el porqué su hermana no estaba en la casa. Al llegar a ese punto, intentó abrir la cerradura, pero la puerta estaba cerrada con llave. El cuarto estaba a oscuras, algo de luz –proveniente del pasillo– interrumpía la penumbra; Fue desgarrador, estaba mezclado con llantos y gritos de impotencia. Clara estaba muerta, envuelta en una manta. El cuello también estaba cubierto, le hicieron un corte profundo y pro­longado, casi la degollaron. Al llegar a la casa pidió que tomen nota de todo lo que había en la casa, identifi­quen a todas las personas del entorno de la víctima y que trasladen el cuerpo a la morgue de Sajonia. Al mismo tiempo, la policía de homicidios con­tinuaba registrando eviden­cias y pistas en la casa. El interrogatorio ahora apuntó a la familia, los agen­tes necesitaban obtener más detalles de la vida íntima de Clara, ahí estaba la clave. Al llegar a la casa paterna, los agentes centraron sus pre­guntas sobre dos puntos: ¿Clara tenía una pareja? A la primera interrogante los hermanos de la mujer res­pondieron que ella solía ser frecuentada por un joven de 26 años –14 años menor que Clara–, pero eso terminó tras varias discusiones. En una revisión minuciosa de la casa, que la familia hizo posterior a la visita de los agentes, la segunda pre­gunta se respondió. Seis años después, Carlos Torres Giménez llevaba una vida normal. Eran las 11:45 de aquel día, el silbato y la mano –levantada al aire– de aquel policía interrumpieron la marcha de Carlos. –La siguiente reacción de ese policía fue llevar la mano derecha a la cacha de su arma, por procedimiento, y obligar a Carlos a descen­der del auto. ...[Leer más]