HOY / El contador

Nacionales Hace 12 minutos El contador La hora de almorzar condujo a Jorge Soler, un joven empresario, a su departamento y solo unos minutos lo separaban de un hambre galopante. Un deslucido pelotón de hojas escoltaba al ventarrón, que desacomodó la corbata de Jorge Antonio Arce Soler, un hombre de 42 años de vida que en ese momento solo pensaba en almorzar. Jorge lleva las finanzas de una firma gasolinera, Barcos y Rodados. Levantó la mirada hacía él y notó que allí continuaba el automóvil que por algunos kilómetros ya lo seguía, un sedan, un Chevrolet Corsa. Jorge quiso comprobar, ya con pocas esperanzas, si la casualidad ponía al conductor de ese coche detrás suyo, persistente y cauteloso. Sin embargo, a los pocos minutos lo tuvo detrás y esta vez notó que el conductor lo intimaba con la mirada. Pronto pasó a convertirse en una persecución, aunque Jorge no lograba entender qué buscaban. Jorge se aferró al volante, comprimió su puño y abrió más los ojos. en reversa no podía, estaba contra un muro y a los costados lo mismo: la posición del otro automóvil no lo permitía. Apuntó directo a Jorge y comenzó a gatillar varias veces, pero el arma no se disparó. Sin embargo, se serenó y trató de desabrochar el cinturón de seguridad, abrió la puerta del automóvil para correr, esa era su única oportunidad de salvarse. Jorge intentaba una y otra vez retirar la clavija del cinturón, pero no lo lograba. Jorge accionó el interruptor con violencia y con la otra mano quiso arrancar la banda, que en ese instante jugó a ser un cómplice más de los desconocidos. Cubierto con su propia sangre, Jorge movió el dedo pulgar por última vez, accionó el pulsador del cinturón y logró liberarse. De ahí en más en su mente solo llegaba la idea de que alguien lo vea para ayudarlo, todo su cuerpo pesaba y mucho. Jorge continuaba en el suelo, con el pulso bajo y disnea. Camino al hospital, la vida de Jorge pendulaba errante, en un zigzag de pulsaciones los médicos trataban de mantenerlo estable hasta llegar a la sala de cirugías. Descargaron la camilla y Jorge tenía colocado el respirador manual. Jorge había dejado de respirar. El que hizo esto, lo hizo con saña, con rabia contenida y dejó un mensaje para los que rodeaban a Jorge. ...[Leer más]